Sobre mí

Hola, soy

Carlos Ávila

Asesor de imagen personal

Me apasiona acompañar a las personas a desarrollar todo su potencial a través de su identidad visual más auténtica, poniendo consciencia en esas áreas que a menudo se dejan fuera.

Me presento

Presentarse puede ser una tarea complicada.

Si te limitas a repasar tu vida laboral, redactas un texto a modo curriculum, que queda muy frio.

Si lo haces contando un poco de ti, acabas diciendo quien eres en cuatro frases que se quedan muy cortas.

Voy a empezar diciendo como me llamo, y así ya sabes como dirigirte a mí, al menos hasta que nos conozcamos un poco más.

Soy Carlos Ávila y me defino como un amante de la belleza, del equilibrio en las formas. Observador nato y curioso desde que recuerdo.

Por ir al grano, te diré que llegué al mundo de la moda y de la imagen por casualidad.

Esa casualidad se convirtió en más de 25 años de experiencia en el retail.

Digamos que he pasado por todos los puestos y áreas que existen dentro del mundo de las tiendas.

Puedo nombrarte firmas de la talla de Carolina Herrera, Adolfo Domínguez, Michael Kors, donde pude desarrollar mis talentos y aprender un poco de todo.

Llegó el momento de dar un paso más y pude abrir mi propia firma de costura a medida, y ahí es donde me di cuenta de que lo mío era la asesoría de imagen personal. Personal para mí es, adaptar mis conocimientos a las necesidades de cada persona, ofrecer un servicio totalmente único.

Tirando un poco de ego, puedo decirte que durante esa época pude vestir con mis creaciones a actrices y modelos para grandes eventos y producciones de moda en las mejores revistas del sector.

Pero lo que me ha traído hasta aquí ha sido la mezcla de esa pasión y mi formación como coach.

Quiero llegar más allá de lo que se conoce como asesoría de imagen y ayudarte a quitarte capas y potenciar lo que te hace diferente de manera natural.

Te invito a contactar conmigo y que me cuentes de ti, y si esta presentación se te hizo corta, te cuento más acerca de mí.

Me desnudo

Empezar a hablarte de mí, es contar la historia de un niño que desde que tiene memoria se recuerda fuera de lugar.

El entorno en el que crecí no era el más propicio para que alguien como yo pudiera expresarse y desarrollarse de manera digamos “natural”. Las actividades que proponían con los que compartía barrio eran más físicas que otra cosa. Y a mí me aburrían soberanamente.

Encontré mi refugio en la lectura, en las bibliotecas. Y eso me acompañó y me abrió la mente para ver más allá de la frontera de las 4 calles que rodeaban la plaza en la que vivíamos.

Tirar de recuerdos y después visitar esos lugares, ya de adulto, es un ejercicio de reestructuración del espacio, de lo que te parecía inmenso.

Ahora, cuando paso por allí, veo que todo es grande o tremendamente pequeño, dependiendo de lo que uses en cada momento para tomar las medidas.

Esos lugares que me hicieron sentir tan diminuto, hoy son un puntito imperceptible en mi universo.

Así que en esas circunstancias, mi mente necesitaba expandirse, salir de ese escenario, para empezar a explorar que había más allá de ese micromundo.

Y así, un día, me encontré con un grupo de seres, que me ofrecían una realidad alternativa, que me enganchó y que de un golpe me colocó encima de las tablas.

¿Dónde estaba ese niño supuestamente tímido?

Seguía allí dentro, pero empezaba a dejar de contarse que él era muy “pa’dentro”. Qué cojones, si a mí lo que me gusta es estar con gente, hablar, reír, bailar, cantar. Subirme a un autobús rumbo a la libertad y cantar “la cabra, la cabra, la …”

Desde entonces, supe que lo mío era compartir, relacionarme. No voy a engañarte, seguía jodido en muchos aspectos. La relación que tenía con mi físico, con mi cuerpo, no era muy positiva.

Me recuerdo comparándome con esos chicos que jugaban al fútbol, que se mostraban tan seguros. Y como mi autoconcepto se había construido sobre una base de mierda, como podréis imaginar, salía perdiendo en la comparación.

Ahora, con la perspectiva, es como si en mí siempre hubieran existido dos tipos, el que encuentra su lugar fuera de los lugares comunes, y al que le gusta estar rodeado de gente, compartiendo y dando lo que tiene. Y quizá eso es lo que hace que hoy siga siendo esa mezcla de mundo interior y vida exterior.

Ahora cerrando los ojos, me viene a la mente una imagen de mi pre-adolescencia, cuando todo el mundo dormía. En pleno verano, esos veranos de finales de los 80, donde el calor no era como el de ahora.

Cogía mi bicicleta y me subía a lo alto de una cuesta muy empinada, inmensa (estoy seguro de que si hoy fuera a ver el lugar, la cuesta sería mucho más pequeña) y una vez arriba del todo, me dejaba caer y en el silencio de las siestas ajenas, dejaba que la belleza del momento, de la brisa que provocaba mi movimiento, me invadiera. Tal era la sensación que repetía una y otra vez, hasta que los vecinos se despertaban del letargo y se acababa ese momento, casi de fin del mundo.

Aterrizando ahora un poco, os confieso, que los estudios tradicionales no me gustaban mucho. Bueno, eso y que ir al colegio era una especie de tortura. Resulta que no querer ser y hacer lo que todo el mundo hacía, me convertía en una personita “poco popular”. Saltando en el tiempo, resulta también que eso es ahora lo que me hace hacer lo que hago y creer en lo que creo. Vamos, que estoy aquí para que nadie sienta que tiene que dejar de ser quien es a cambio de un like.

Resumen rápido: Crezco en un ambiente que no me acepta y que no hace por entenderme. Les compro sus ideas, en las que no creo, para encajar.

Mientras, me hincho a leer y acabo formando parte de una compañía de teatro (aquí quedaría muy chulo, eso de que usaba los personajes para a través de ellos, ser en la ficción una parte de lo que no me atrevía a ser en la realidad) y como las ideas que compré me las terminé creyendo, dejé el teatro por inseguridades varias, (suelen estar a muy buen precio todo el año) y empecé a trabajar en esto y aquello, para ser un ciudadano de bien y empezar a ganarme el lugar siendo productivo.

Fin del primer resumen.

Pues en esas idas y venidas, no me preguntes cómo, empecé a trabajar en lo que ha sido, y de alguna manera sigue siendo, mi profesión. El mundo de las tiendas, de la moda, de la belleza estética. De verdad, que si insistes en preguntarme cómo terminé en esta profesión, para la que no estudié, no me formé y que a priori no era para alguien que se sentía del montón (benditos montones), sigo sin tener una respuesta lógica.

La cuestión es que de repente, me doy cuenta de que se me da realmente bien. Que puedo unir muchas de las cosas que me gustan. Lo bello, el equilibrio estético, los colores y una increíble habilidad para visualizar a las personas con prendas, con su propio estilo y con eso ayudarles a sacar todo su potencial al exterior. Devolverles eso que creyeron perdido.

Aprendo y aprendí observando, escuchando. Siento que cuando acompaño a alguien con mi asesoría, estoy en lo alto de esa cuesta, a punto de lanzarme y dejarme llevar por lo que siento.

Por que para mi la imagen no se ve, se siente.